Un camino ligero y una madurez verdadera
A veces las cosas mas sencillas te pueden dar las respuestas...
Creí que había sanado, porque ya no dolía en voz alta. Porque aprendí a caminar sin mirar atrás, porque el mundo no se detuvo para esperarme. Pero el alma sabe. Sabe cuando solo he sobrevivido, cuando he puesto parches donde debía haber tejido cicatrices. Sabe que el verdadero proceso no termina en el olvido, sino en la comprensión. No basta con seguir viviendo; hay que habitar lo vivido. Hay que nombrarlo, tocarlo, dejar que el dolor también se convierta en parte del mapa y no solo en un territorio prohibido. Solo entonces -y no antes- el corazón y la mente entienden que madurar no es correr más rápido, sino caminar más ligero.
Hoy por la mañana salí a caminar con mi hijo menor; ambos compartíamos esas ganas de despejar la mente y posar la vista en otras cosas, colores y personas.
Mientras caminábamos, pasaba por mi mente el porqué no lo había vuelto un hábito (el dar paseos con mi hijo todos los días), no con el objetivo de llegar a algún destino específico, más bien por el simple hecho de caminar y disfrutar las vistas, los sonidos, el aire, ir a un paso lento con mi hijo sin prisa; sin embargo, mi mente consideró prudente también iniciar una conversación y, en cada cruce, un punto a considerar.
No te hablaré del listado enorme que abordé en mis adentros; solo te compartiré un solo pensamiento, mi ahora, este presente que muchas veces me ha asfixiado y que el cual un día desee.
Recuerdo claramente cuantas veces lloraba por la necesidad de no estar al pendiente del tiempo, no estar obligada a hacer lo que dictara un jefe, quería un respiro de la vida laboral rutinaria y exigente, quería vivir y disfrutar mi vida en familia, ser como esas madres jóvenes que se la pasan divertidas, creativas, gozosas de disfrutar sus casas y a sus pequeños, de terminar el día doblando ropa junto a una taza de café y una película puesta, pero no lo he estado disfrutando y mucho menos viviendo de esa manera, y es que admito que me quize olvidar del proceso que me trajo a este ahora, como también fue doloroso quise rápidamente abrazar mi nueva realidad, sin más, alejando las preguntas incómodas, las conversaciones en pareja, sin establecer los límites, sólo cambiar de página rápidamente y adaptarme, y así mis problemas anteriores fueron sustituidos, y el dolor solo reemplazado por otro, y así muchas cosas más en mi vida.
Madurar no es ser serio, callado o calculador, es aprender de nuestras experiencias y entender nuestras emociones y las de los demás, es aceptar que la vida está llena de cambios, pérdidas y nuevas oportunidades, pero para madurar no necesitamos correr, sino liberarnos del peso, resolver nuestros adentros sin trampas, sin atajos y apartarnos de las cosas y personas que nos entretienen en el camino.
Antes de terminar nuestra salida, mi hijo y yo nos tomamos un tiempo sentados en una banca por la calle donde el aire era más refrescante. Él, al igual que yo, estoy segura de que pensaba en algo, y yo pensaba en lo agradecida que estaba con la vida, con Dios y con el Universo de estar ahí junto a él y de darme cuenta de que no he sabido vivir, pero que estaba lista para hacerlo.